sábado, 10 de junio de 2017

Camboya



 SIEM REAP (CAMBOYA): LA CIUDAD PERDIDA EN LA SELVA




La infinita selva, los maravillosos Templos de Angkor que rozan la perfección, o el silencio de la jungla roto por las voces de miles de pájaros… es difícil decidir el motivo por el que esta ciudad olvidada durante siglos atrae una y mil veces a millones de viajeros y les obliga a volver irremediablemente. Ni el sofocante calor tropical ni el largo viaje parecen ser suficientemente disuasorios. Camboya ejerce una atracción tan comprensible como difícil de explicar. A mí particularmente, que desde hace años sentía ya la fascinación por este lugar a través de escritos, fotos o documentales, lejos de defraudarme acabó de cautivarme y allí quedó un trocito de mi alma viajera, que espero un día volver a recuperar. Parece que por fin los Templos de Angkor comienzan a ocupar el lugar que se merecen al lado de las grandes maravillas del mundo. Quizá fuera por desconocimiento, aunque da la sensación de que  más por interés económico y  por la tradicional costumbre de priorizar a toda costa el turismo de sol y playa y los grandes Resorts, pero los grandes complejos Mayas y Aztecas fueron tradicionalmente mucho más trabajados por los tour operadores, ya que el boom turístico hasta hace no demasiados años despuntaba mayormente en Europa y América. Hoy por hoy, sin pretender desmerecer a ninguna de estas maravillas arqueológicas creo que lo que se descubre en Angkor se puede considerar todavía superior y quien la visita no deja de asombrarse con la grandeza de la mayor ciudad de templos del mundo y se pregunta cómo ha podido pasar casi desapercibida durante tantos años.
La ciudad, donde en sus mejores años llegaron a convivir la arquitectura del budismo con el hinduismo salpica la selva con cientos de templos, algunos de ellos devorados por raíces centenarias. 


Templo de Angkor Wat




Una muestra de esta simbiosis creada entre la naturaleza y  la mano del hombre es el Templo de Ta Prohm: La selva en su empeño de tragarse sus muros ha logrado así la imposible tarea de embellecer todavía más estas joyas del arte khmer. Las raíces de gigantescos árboles centenarios que se funden con los templos forman un espectáculo único y difícil de olvidar.
Ta Prohm es un lugar casi onírico, e increíblemente si escogemos una buena hora todavía se puede disfrutar en él del espectáculo silencioso y a la vez ruidoso de la selva, roto en último término solo por los cantos de algún grupo de monjes budistas que irrumpen en  el recinto del templo, pero logrando no restar al momento ni una parte de su encanto.




Templo de Ta Prohm


Otra de las grandes joyas de Angkor es el emblemático Angkor Wat. Una construcción tan grandiosa como perfecta, dedicada al dios Vishnú y cargada de simbolismo: sus torres representan el Monte Meru, una montaña mítica morada de los dioses. Rodeado de un gran lago artificial, es inevitable sentir la fascinación del atardecer cuándo el sol poniente refleja con total perfección el templo en sus aguas.  Su interior es también deslumbrante con sus muros de piedra con cientos de metros tallados con bajorelieves que cuentan al viajero la vida del imperio e historias legendarias. Angkor Wat hay que visitarlo con calma aunque hoy día es difícil encontrar momentos de silencio con la incesante llegada de turistas, sin embargo los meses de finales de octubre y principios de noviembre, puede ser una buena época para evitar la saturación además de finalizar el período de lluvias del monzón.



Camino de entrada a Angkor Wat

Interior de Angkor Wat



El otro punto fuerte de la visita es Angkor Thom, un complejo que incluye el Palacio Real construido inicialmente bajo la perspectiva del hinduismo, aunque posteriormente se llenara de simbología budista. La grandeza de los muros que rodean la ciudad y las gigantescas puertas de acceso con sus caras observándonos al penetrar en ella, no son sino una pequeña muestra de lo que acoge: los muros del Palacio y la Terraza de los Elefantes desde donde el rey contemplaba las ceremonias, cuentan con decenas de elefantes esculpidos en la piedra como muestra del poder real. También la conocida como Terraza del Rey Leproso está repleta de representaciones de Apsaras (bailarinas mitológicas) bellamente trabajadas.




Puerta de entrada a Angkor Thom

Terraza del Rey Leproso



Relieves en Angkor Thom




Entre los muros de Angkor Thom también se encuentra una de las mayores joyas del conjunto arqueológico, el templo de Bayon:  La sensación de “pequeñez” que nos invade al subir al templo y encontrarnos rodeados de cientos de rostros gigantes pétreos que nos observan es abrumadora. En la parte alta del templo cincuenta y cuatro torres con enormes rostros mirando a cada uno de sus lados representan a un sonriente Buda (hay quien considera que al Rey Javayarman VII). Sus muros también son arte puro con trabajados bajorelieves recogiendo en miles de esculturas la vida cotidiana y la mitología del reino Khmer.


Vista general del Templo de Bayon

Caras de Bayon


 Otro imprescindible a pesar de ser de los más pequeños es el maravilloso.Banteay Srei-- La maestría de las tallas en la piedra rojiza es tal que aún careciendo de la grandeza de  Angkor Wat o Bayon, se muestra como uno de los más hermosos.







Templo de Banteay Srei






Pero la visita a la Ciudad de Angkor no acaba con estas cuatro joyas, pues decenas y decenas de templos diferentes salpican todo el complejo: Construcciones grandiosas que a modo de pirámide ofrecen desde lo alto unas vistas espectaculares de la selva, pequeños templos ubicados en el centro de un lago al que se accede por una estrecha pasarela de madera, con un paisaje de arboles semihundidos en las aguas  de aspecto surrealista, o la tranquilidad respirable entre los muros  de muchos otros templos confundidos con inmensos árboles que apenas dejan pasar la luz del sol.

 








La Ciudad de Angkor envuelve y fascina haciéndonos replantear nuestras preferencias, o tal vez esto sea fruto de mi particular visión enamorada de este misterioso lugar que hace ya tantos años me atrajo sin conocerlo y que no hace mucho me permitió ver cumplir un gran sueño, pero que ahora como a tantos y tantos viajeros, me engancha irremediablemente a otro nuevo sueño: volver a Camboya.