Hay lugares que al viajero le
sorprenden y enamoran por su belleza arquitectónica, por el arte que respiran
sus muros, o por una naturaleza generosa que los hace deslumbrantes.
Pero existen otros lugares que
enganchan por su peculiar modo de vida: son pueblos carismáticos, con sus
habitantes anclados en ancestrales tradiciones, aldeas donde el tiempo
transcurre de manera diferente.
La Medina de Fez, en Marruecos es
uno de ellos: localizada en el corazón de una de las antiguas Ciudades
Imperiales y pese a estar permanentemente transitada por turistas, ha sabido
conservar el sabor medieval, no solo en su aspecto sino en sus costumbres y en
el día a día de sus habitantes.
La antigua Medina es un entresijo
de calles y adarves que respeta en todo caso el antiguo plano medieval con que
se construían las ciudades del mundo musulmán. Salpicada de mezquitas y
habiendo crecido a la sombra de sus antiguas Madrasas o escuelas, Fez se ha
nutrido de su importante Universidad y de su consideración como centro
religioso y cultural del país. A pesar
de no estar exenta de belleza, pues en Fez el arte islámico alcanza su máxima
expresión en los laboriosos azulejos de los patios, en las puertas de su Muralla
o los trabajados adornos de las mezquitas, es la sensación de haber retornado a
la Edad Media la que deja sin palabras al viajero:
Vendedores de hierbabuena casi
sepultados tras una montaña de género que se hacen hueco a los lados de las
estrechas callejuelas, transportistas con sus burros cargados que se abren paso
entre la gente a voz en grito, o puestecillos de carne en los que no resulta
difícil encontrarse con la ingrata sorpresa de una cabeza de dromedario casi
recién cortada a la venta, son algunas de las peculiares formas de vida que
todavía están presentes en Fez. Aquí todavía pervive uno de los oficios que la
hizo más popular y que hoy además de estar vigente constituye uno de sus
reclamos turísticos por conservar toda su autenticidad: el encurtido y tratado
de la piel. Así no podemos abandonar Fez
sin visitar el antiguo barrio de curtidores y colarnos en la terraza de alguno
de sus viejos edificios para observar, en medio del fuerte olor, la actividad incesante
de los trabajadores del cuero curtiendo y entintando las pieles que luego se
venderán en los bazares de la medina. Es un espectáculo único, como todo el que
en definitiva nos ofrece intramuros la ciudad de Fez.
OBERAMMERGAU (ALEMANIA)
Tal vez menos auténticos pero no
carentes de encanto, en Europa también podemos encontrar pueblos sorprendentes.
El abrupto paisaje alpino es una buena excusa para conservar las tradiciones
más pintorescas, y Oberammergau
es una muestra de ello: situado en la región de Baviera, en un entorno
privilegiado al pie de las montañas alpinas, este peculiar pueblo conserva
viejas tradiciones en medio del continuo flujo de turistas que hacen una parada
a medio camino entre Münich y el conocido Castillo de Neuschswanstein.
Desde el
siglo XVII y cada diez años sus habitantes conmemoran y escenifican la Pasión
de Cristo, algo que atrae a multitud de turistas. El pueblo es también conocido
por su larga tradición maderera y sus calles se encuentran llenas de talleres y
tiendas de tallado de este material. Sin embargo lo más destacado de Oberammergau son sus fachadas
dibujadas con frescos de gran calidad, que recogen diversos motivos e historias
y que le han valido el nombre de Pueblo de Cuento. Un paseo por sus calles nos descubrirá desde
los cuentos de Caperucita o de Hansel y Gretel, hasta pasajes religiosos o
historias costumbristas, todo un museo al aire libre, rodeado de un paisaje de
ensueño.
Eso y su típicas construcciones
bávaras con sus balcones de madera cargados de flores y su iglesia hacen de
Oberammergau una parada obligada para quienes visiten la conocida ruta de los
Castillos del Rey Loco.
EL POBLADO DEL LAGO TONLE SAP (CAMBOYA)
Pero si de pueblos tradicionales
hablamos, una vuelta por Asia nos va a descubrir los poblados más peculiares: los
pueblos del lago Tonlé Sap en Camboya sorprenden al viajero por su peculiar
modo de vida.
En el Lago Tonlé Sap la pesca y el comercio se complementan hoy
en día con el creciente desarrollo de actividades turísticas, sin embargo sus
habitantes siguen mostrando ese lado auténtico que los hace únicos: casas
flotantes que se deben trasladar al llegar la sequía y bajar el nivel de las
aguas o palafitos fijos que se elevan unos cuantos metros y a los que sus
habitantes solo acceden a través de rudimentarias barcas o canoas, conservan un
modo de vida cuanto menos peculiar. En el poblado encontramos desde iglesias
hasta tiendas y colegios flotantes y se puede observar el trajín de los
pescadores batiendo con una especie de raquetas los pececillos capturados en
las redes, o granjas de cocodrilos que servirán para elaborar artículos de piel
e incluso para alimentar la curiosidad del turista occidental, algo que a la
vez nos produce cierto rechazo, pero que para ellos es su única fuente de ingresos.
La vida en el Tonlé Sap y en general en Camboya no resulta sencilla. Su
historia reciente no puede ser más convulsa: guerras civiles, golpes de estado
e invasiones han dejado al país sumido en una gran crisis. Hoy día alguno de
estos pueblos se están levantando gracias al impulso turístico, sin embargo los
beneficios siguen quedando en manos de cadenas extranjeras y grandes empresas,
mientras el pueblo malvive apenas con lo básico. A pesar de la supuesta
obligatoriedad de la escolarización, es muy frecuente encontrarse con niños
ejerciendo de vendedores en las zonas más turísticas ofreciendo artesanía,
apelando a la sensibilidad del turista que se siente casi obligado a comprar,
algo que desaconsejan las ONG locales pues
no es sino una forma más de perpetuar esta nueva esclavitud del siglo
XXI.
Así, en estos lugares llenos de
encanto por su autenticidad se nos presenta la tremenda paradoja del turismo de
este siglo:
El desarrollo turístico imparable
puede suponer un gran impulso para la economía de muchos pueblos, sin embargo en
la mayoría de ocasiones choca con el auténtico modo de vida de la población
local y resulta irrespetuoso y a la larga perjudicial. La única solución para
la supervivencia a largo plazo es la del Turismo Sostenible a través de una
regulación y control de la actividad turística que hoy día ya se está llevando
a cabo en muchos lugares, pero que todavía en la práctica adolece de grandes
defectos.
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