SAN PETERSBURGO: EL otro gigante del turismo ruso
Iglesia del Salvador de la Sangre Derramada
Si la visita a Moscú nos da una idea del poder que ostentó en su día el gigante soviético pero también de la grandeza del imperio zarista, continuar viaje hacia San Petersburgo nos remonta nuevamente a su pasado más glorioso.
La llamada Venecia del Norte, es la
ciudad imperial rusa por excelencia. Capital de la Rusia de los Zares hasta
1918 y centro neurálgico de la Revolución, de la antigua Leningrado poco queda (salvando
el Acorazado Aurora símbolo de la propia Revolución) que nos recuerde a su
pasado bolchevique. En San Petersburgo son conscientes de que es la huella del
imperio zarista la que la convierte en la potencia turística rusa por
excelencia.
Sus calles señoriales están
repletas de edificios de gran valor arquitectónico, pasando del barroco al neoclásico y llegando hasta el
modernismo. Sus múltiples canales nos permiten visitarla desde otra perspectiva,
descubriendo bellas iglesias de cúpulas doradas deslumbrantes: la ciudad del
Neva nos ofrece por tierra o por agua dos puntos de vista diferentes.
Pero paseos aparte, quien va a
San Petersburgo debe ser consciente de “los imprescindibles” qué no puede dejar
de visitar:
El Palacio de Invierno, símbolo
inequívoco del poder del Zar pero también de la consagración de la Revolución
bolchevique, es una de esas joyas que brilla no solo por su bella arquitectura
barroca, sino también por sus deslumbrantes interiores : comenzando por la
majestuosa escalera de acceso al Palacio pasaremos por un sinfín de salones y
habitaciones de inimaginable decoración: los dormitorios, la sala de música, el
salón malaquita, la biblioteca o la sala de fumadores entre otros, recogen los
diferentes estilos que entusiasmaban a los zares. De la misma época se muestran
también miles de objetos: joyas, vajillas, armas… algunos de manufactura rusa y otros muchos adquiridos
en diversas partes del mundo, que dan una idea del lujo que ostentaba entonces
el poder real. Entre ellas se encuentra el Reloj del Pavo Real una de las más
exóticas y hermosas joyas de la colección del Zar: un antiguo reloj dorado de
gran tamaño que despliega la cola y mueve su cabeza al tiempo que suena la
música. Una obra de arte que incluye otras figuras móviles como el búho y el
gallo, y que es uno de los más
fotografiados y reconocidos del Palacio.
Palacio de Invierno (Ermitage) |
Pero el Palacio de Invierno no
destaca únicamente como tal, ya que en él se guarda una de las más grandes e
importantes colecciones de pintura, no en vano el Ermitage está considerado una
de las tres mejores pinacotecas del mundo, junto con el Museo del Prado y el
Louvre. En sus colecciones quedan representados diferentes estilos: desde la
pintura española de Velázquez, Ribera o Murillo, pasando por la italiana de Da
Vinci, Rafael o Tiziano y la escuela flamenca de Rubens, Rembrandt o Van Dick, hasta
el arte abstracto de Kandinsky, o el paisajismo romántico de David Friedrich.
En un anexo junto al Palacio, el Ermitage incluye también una importante
colección impresionista y postimpresionista representada por Cezanne, Monet, Gauguin,
Van Gogh o Seurat entre otros muchos. En total la colección del Ermitage nos va
a requerir un día completo, aunque sea para poder visitar al menos una centésima
parte de lo que es este impresionante museo.
San Petersburgo es también una
ciudad de cúpulas resplandecientes gracias a su arquitectura religiosa, y una
de sus joyas más destacadas es la Catedral de la Resurrección, más conocida
como la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, por estar levantada en
el lugar en que el Zar Alejandro II perdió la vida en un atentado.
La reciente manufactura de esta
iglesia que data de finales del siglo XIX y principios del XX no le ha impedido
ser considerada una de las más bellas del país: edificada al pie de uno de los
canales de San Petersburgo, sus cúpulas de cebolla al estilo de la arquitectura
neobizantina rusa, y los coloridos azulejos y piedras que recubren la fachada
son especialmente deslumbrantes a la puesta de sol. Sin embargo, la verdadera
joya de la iglesia se conserva en su interior: un delirio de mosaicos de colores
que recubre unos 7.000 metros cuadrados a lo largo y ancho de paredes y techos
representando diferentes momentos del cristianismo, dejan casi en éxtasis a
cualquier aficionado al arte. Si se visita de noche (hay una visita nocturna desde las 6 a las 10
de la noche) se encontrará probablemente menos gente, y si además la noche está
lluviosa y de tormenta como fue en mi caso, tendremos el privilegio de
encontrarnos prácticamente solos en el deslumbrante interior y así disfrutar
plenamente de una de las creaciones artísticas más hermosas del mundo.
Otra iglesia imprescindible
aunque muy diferente de la anterior es la Catedral de San Isaac. Grandiosa y de
aspecto neoclásico en su exterior, destaca desde lejos por su gran Cúpula y
columnata que recuerda algo al estilo del Vaticano. Pero una vez más el punto
fuerte de la iglesia está en su interior: mosaicos, frescos, esculturas y
vitrales de extraordinaria calidad comparten protagonismo con bellas columnas
labradas en malaquita y lapislázuli, resultando un conjunto armónico y
deslumbrante que hace que la visita deba alargarse por lo menos una hora para
disfrutar de cada detalle.
Podríamos completar la visitas
con la catedral de Nuestra Señora de Kazán donde todavía hay culto y con
multitud de Iglesias hermosas, con cúpulas brillantes que incluso de noche
resplandecen, pero San Petersburgo es mucho más que sus catedrales y requerirá
de varios días completos. Al lado del Neva nos encontramos con la Fortaleza de
Pedro y Pablo, donde una vez más la arquitectura religiosa centrará parte de
nuestra atención, con la Catedral de San Pedro y Pablo que además de
sorprendernos con su impresionante y recargado iconostasio, nos permitirá
conocer parte de la historia con los sepulcros de varios de los miembros de la
familia Romanov, última dinastía zarista.
En la Fortaleza también podremos
admirar la aguja de la torre de la Iglesia que destaca desde cualquier punto de
la ciudad, o la estatua de Pedro el Grande, además de conocer lo que en su día fue
la prisión donde estuvieron recluidos Trotsky, Dostoievski o el líder
anarquista Bakunin entre otros.
Pero si hay un lugar que sirve de
emblema a San Petersburgo ese es el Palacio de Peterhof, situado a unos 30
kilómetros de la ciudad, y al que se puede acceder en autobús o en barco (esto
último muy recomendable al tratarse de grandes y modernas lanchas rápidas que
hacen el trayecto en algo más de media hora). Edificado en un gran bosque al
pie del Mar Báltico en el golfo de Finlandia, Peterhof es una muestra más del
gusto por el lujo y el buen vivir de los Zares.
El Palacio utilizado sobre todo
durante la época estival, muestra el interés de su promotor el Zar Pedro el
Grande por asemejarse a Versalles: hermosos jardines y fuentes barrocas, sorprendentes
juegos de agua, pequeñas construcciones a modo de palacetes y sobre todo la
gran cascada con una escalinata que asciende de la parte baja de los jardines
al Gran Palacio, custodiada por decenas de esculturas doradas bañadas por una
multitud de chorros, conforman la imagen más célebre no solo de Peterhof sino
de todo San Petersburgo.
Merece la pena dedicar casi un
día a visitarlo con calma, fotografiar sus fuentes y esculturas y pasear por
sus jardines donde podemos ver multitud de pájaros e incluso ardillas que se
acercan confiadas a comer de nuestra mano.
Para finalizar, no debemos dejar
San Petersburgo sin conocer su vida nocturna en las calles del centro y aprovechar para ver
las cúpulas iluminadas de sus iglesias y monumentos, pero sobre todo no debemos
perdernos el espectáculo nocturno del levantamiento de los puentes: y es que en
San Petersburgo es el Neva quien
marca las horas y así, después de la medianoche los puentes se abren como si se
partieran en dos, para dejar paso a decenas de barcos que esperan pacientemente
continuar su viaje por este emblemático río, eje vertebral de esta preciosa ciudad,
una de las joyas del turismo en Rusa.
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