ESTAMBUL
Con una ubicación privilegiada,
en el estrecho del Bósforo y a caballo entre Europa y Asia, Estambul se considera una de las grandes ciudades más
bellas del mundo:
Extensa pero muy fácilmente
transitable para el turista, gracias a su ágil transporte urbano, la visita a
Estambul requiere por lo menos de cuatro
días para disfrutar no solo de sus
numerosos monumentos, sino además de sus plazas, calles y rincones.
VISITAS INELUDIBLES
BASILICA DE SANTA SOFÍA
Santa Sofía es indudablemente uno de los símbolos de la ciudad de Estambul: La primera construcción fue erigida con el emperador Constantino, patriarca del cristianismo en oriente. Sufrió varias reconstrucciones y reformas, pero sería el emperador Justiniano el que le daría su máximo esplendor, pretendiendo con ello engrandecer no solo el templo sino la ciudad entera.
Basílica ortodoxa
durante casi toda su historia, posteriormente mezquita e incluso iglesia católica
durante unos pocos años, Santa Sofía
está hoy día "retirada" del culto y ha pasado a formar parte de los
museos de la ciudad de Estambul.
Se considera una auténtica
"perfección" en sentido arquitectónico debido a sus proporciones,
especialmente al soporte de su cúpula que da sensación de estar
"suspendida en el aire". Su interior es de gran belleza, por sus
dimensiones, su decoración, sus grandes lámparas colgantes y sus hermosos
mosaicos bizantinos entre los que se conservan varios de la virgen con el niño,
de los emperadores Justiniano y Constantino, ofreciendo a la virgen la Iglesia
y la ciudad de Constantinopla y especialmente el famoso Cristo Pantocrator.
LA MEZQUITA AZUL
Situada en frente de Santa Sofía,
la Mezquita azul es la única del mundo con 6 minaretes, y con toda seguridad la
mezquita más conocida de Estambul. Su interior decorado muy delicadamente con
azulejos azules, le da su sobrenombre (su verdadero nombre es Mezquita de Sultán
Hamet), por el cual es más conocida.
Muy recomendable acercarse por la
noche a la zona de las dos (Mezquita Azul y Sta. Sofía) y observar el
espectáculo de luces que se presenta en la fuente ubicada entre ambas.
PALACIO TOPKAPI
La residencia del Sultán, es un
complejo de jardines y pabellones visitables, entre los que destaca el Harén
(visita con entrada aparte). Es aconsejable hacer la visita un día soleado, no
solo por lo agradable de sus jardines y
por las hermosas vistas al Bósforo que se contemplan desde sus terrazas,
sino también por disfrutar de la visita al harén con una iluminación que
permita apreciar su exquisita decoración con azulejos así como sus techos
estucados
Una de las salas más interesantes
del TOPKAPI es la del tesoro, donde se
pueden admirar todas las riquezas de los sultanes, recibidas desde diversas partes
del mundo: joyas, (entre ellas el "Gran
Diamante" que con sus 88 quilates es uno de los mayores del mundo),
vajillas, y armas, entre las que se encuentra el puñal más caro del mundo, una
daga engastada con diamantes y esmeraldas que es casi más una joya que un
simple arma. Completan las colecciones elaborados trajes, varios tronos del sultán, e incluso una
incomparable colección de relojes de pared de lo más variopinto, con sus
mecanismos a la vista , algunos tan trabajados y con tal ingenio que merecen de
por sí esta visita.
MUY RECOMENDABLE
Una visita que normalmente no
ofrecen los guías turísticos y que creo que resulta imprescindible, es la del
Museo Arqueológico, dentro del recinto del Topkapi, pero con entrada aparte: Compuesto
en realidad por tres museos : El del Antiguo Oriente, el de Azulejos y el propio Arqueológico,
que atesoran una gran cantidad de obras, de Egipto, Mesopotamia y la Antigua Babilonia, Roma o
Grecia. Muy destacables los mosaicos
bien conservados de las Puertas de Isthar (entrada a la antigua Babilonia)
además de una interesantísima colección de sarcófagos, algunos encontrados
en la necrópolis real de Sidón (actual Líbano),
que formaba parte del imperio Otomano, trabajados en piedra con muy
variadas formas. Es aquí donde se
encuentra la joya más célebre del museo, el Sarcófago de Alejandro: Trabajado
en piedra, antiguamente estucado (aunque hoy se conserva apenas sin color alguno)
recoge escenas de batalla labradas con tal delicadeza que aunque hoy día ya se
ha puesto en duda que realmente se trate del sepulcro de Alejandro Magno se
sigue considerando un auténtico tesoro que merece ya por sí solo la entrada al
museo.
Muy próximo a la Mezquita Azul también encontraremos, o más bien intuiremos, los restos del Hipódromo que nos dejó como huella el Antiguo Imperio Romano: prácticamente no queda nada que nos permita identificarlo pero aún merece la pena darse un paseo por la plaza que se ubica hoy en su lugar, en la que se encuentran el Obelisco de Teodosio, la Columna Serpentina y la Columna de bronce.
Muy próximo a la Mezquita Azul también encontraremos, o más bien intuiremos, los restos del Hipódromo que nos dejó como huella el Antiguo Imperio Romano: prácticamente no queda nada que nos permita identificarlo pero aún merece la pena darse un paseo por la plaza que se ubica hoy en su lugar, en la que se encuentran el Obelisco de Teodosio, la Columna Serpentina y la Columna de bronce.
Si
continuamos paseando por la antigua Estambul y tenemos varios días en la ciudad
no debemos obviar un interesante lugar que normalmente los guías turísticos no
ofrecen: la Cisterna de la Basílica. Esta cisterna subterránea que surtía de
agua a la ciudad y gran parte de alrededores, resulta una visita original y muy
interesante: con una iluminación tenue muy sugerente, se recorre una pasarela
rodeada de cientos de columnas sobre el agua, hasta llegar a la columna de la
"Medusa" decorada con la enorme cabeza en piedra de este ser de la
mitología griega. El espacio es tan atrayente que se viene utilizando incluso
para dar conciertos de música clásica
Una vez
finalizadas las visitas culturales, podemos cambiar de tercio perdiéndonos
en el mundo árabe de los zocos y mercadillos recorriendo uno de los bazares más
famosos del mundo. El Gran Bazar es un laberinto de calles a techo cubierto,
repleto de objetos variados y clasificados por género: cerámica, cuero, joyas,
antigüedades... donde podemos permitirnos alguno o muchos caprichos, según la
calidad que se requiera, aunque si no se tiene buen ojo es difícil diferenciar
lo fabricado "en serie", de lo que realmente está hecho a mano, y las
antigüedades que los vendedores ofrecen, de las más que abundantes falsificaciones.
De cualquier manera se compre o no, la visita es de lo más recomendable aunque
solo sea por callejear bajo sus fantásticos techos decorados, o tomar un té en
uno de sus acogedores y típicos rincones.
Y si de bazares hablamos tampoco debemos perdernos el de las Especias o
Bazar Egipcio, muy cercano al
Puente de Gálata, que resulta también de gran interés al tratarse de un típico
bazar oriental, con sus puestos repletos de colorido y aromas, con un ambiente
quizás más puro y algo menos turístico.
Pero Estambul
no acaba en el barrio de Sultanahmet. La zona europea de Beyoglu en el lado sur
del famoso Cuerno de Oro resulta muy interesante a pesar de ser la más moderna
de la ciudad.
El Puente Gálata merece la pena
recorrerlo a pie para contemplar desde allí la incomparable puesta de sol, además
de ser testigos del curioso espectáculo de la pesca ya que la cantidad de
pescadores que inunda el ambiente con
sus cañas, cestas y aperos es más que sorprendente. También se puede recorrer
la parte inferior del puente donde un buen número de restaurantes ofrecen
pescado y otros menús con vistas al Cuerno de Oro. A ambas orillas del puente podemos
observar la cantidad de puestecillos que venden pescado a la parrilla recién
hecho e incluso los barcos-restaurante que actúan como auténticos quioscos
flotantes y que por la noche adquieren, con sus luces reflejándose en el
Bósforo, un encanto muy especial.
La torre Gálata con su mirador, la calle Istiklal Caddesi con el tranvía antiguo circulando en medio de la subida plagada de comercios y hermosos edificios o incluso la moderna Plaza Taksim justifican de sobra el recorrido a pie por la ciudad.
En definitiva, del viaje a Estambul uno se trae la sensación no solo de haber visitado una de las ciudades más bellas del mundo, sino de haber recorrido una ciudad cómoda y fácil de transitar a pesar de sus dimensiones, pero sobre todo amable, un placer y un lujo para todos los sentidos.
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